Más de 3.700 firmas contra las torres, en papel y casi 70 en sólo dos días en Internet. Ayer mismo el Concejal de Urbanismo dudaba de que hubiera gente que se opusiera a las famosas torres de Calatrava. Hay ridículos espantosos que es imposible esconder e insoportable mantener.
Pero hoy no es el día del Concejal, no le toca, es el día de la gente. Titulé este blog " Cuando Oviedo me soprende", animado por un montón de datos, intuiciones y juicios, que me permitían mantener, contra los apriorismos, que Oviedo es una ciudad más viva de la que creen algunos, que es más dinámica de lo que piensan muchos y es más activa de lo que en general se dice. Lo cierto es y debo reconocerlo, que en este caso a mí Oviedo no me ha sorprendido, le ha sorprendido a su propio Alcalde, y eso si que es grave, si que contiene una simbología decadente de quien se ha desligado tanto de su propio pueblo que es incapaz de prever sus reacciones, no es nuevo, pero el lo cree nuevo.
Hablamos del Alcalde que inventó el "catastrazo", Oviedo entero se echó a la calle pero no rectificó. Hablamos del Alcalde que derribó el Fontán. Oviedo entero se escandalizó, pero nos quedamos sin Fontán. Hablamos del Alcalde que intentó acabar con el Real Oviedo. La respuesta de la ciudad fue unánime, pero tardó cuatro años en rectificar y lo hizo en elecciones. Hoy rectifica en elecciones, pero rectifica. Leyendo sus declaraciones y ese escueto comunicado que a las 12,37 de la mañana de ayer, nos informaba de su renuncia al proyecto de los rascacielos, tal parece que el Alcalde ha sentido por primera vez en 17 años el cosquilleo de la democracia. La lógica es sencilla: cada un hombre un voto ( Calatrava tiene uno, pero tú tienes otro), cada mujer un voto ( la niña de Rajoy no vota, pero votará) y sin votos no hay sillones y sin sillones no hay Alcalde.
Quizá lo más relevante no sea el desconcierto del PP de Oviedo en estos momentos ni el anuncio de venganza indisumulado que ha formulado el candidato, lo más relevante es el aprendizaje colectivo, el mensaje final que ha quedado grabado en todos nosotros, de que la ciudad en la que vivimos, la que padecemos a veces y amamos otras muchas veces, es en realidad nuestra ciudad y ni se diseña en los fríos mármoles de un estudio de arquitectura, ni se configura en los lejanos despachos de una sede municipal.
Cuando las ciudades descubren ese poder colectivo, vuelan, se elevan en los aires. Se lo leí hace muchos a Gonzalo Torrente Ballester en su "Saga/fuga de JB" y tengo la sensación de que el vuelo de Oviedo, va a volar en poco tiempo alguna que otra silla municipal.
Gracias por querer a Oviedo