lunes, 4 de febrero de 2008

El Florido pensil


He abierto este espacio para compartir con vosotros cuestiones comunes, cuestiones de Oviedo. Se bien que Oviedo son sus ciudadanos, no sus políticos y como fuera que comparto ambas condiciones, se bien, que no siempre aquello que nos ocupa a los políticos es lo mismo que preocupa a los vecinos y vecinas de la ciudad.

Sin embargo hoy quiero proponeros una excepción: voy a comentaros una cuestión de la que en realidad no me ocuparía si no estuviera representando a la ciudadanía. Esta mañana hemos celebrado un Pleno Municipal. Para quien no haya asistido nunca a ninguno, digamos que se trata del parlamento de la ciudad, de aquel espacio en el que formalmente se debate, se vota y se acuerdan aquellas decisiones que finalmente y de una forma u otra acabarán repercutiendo en cada uno de nosotros y nosotras. Un espacio democráticamente muy formal y por cierto abierto al público.

Mañana los medios de comunicación os explicarán los acuerdos y os contarán con mayor o menor fortuna lo que unos y otros dijimos sobre cada cosa. Lo que yo quiero comentaros se refiere a una cuestión que un Pleno sí y otro también, vienen sufriendo los escasos pero entusiastas asistentes a nuestros Plenos y los periodistas que los cubren. Podríamos llamarlo cuestión de educación, o podríamos inventarle otra definición.

Sabeis que en esta ciudad hay una holgada mayoría democrática del Partido Popular. Sucede que cuando los portavoces de ese partido exponen sus argumentos, todos los escuchamos con exquisita atención ( aunque nos cueste, porque hay argumentos insufribles), pero cuando quien expone sus ideas es el principal partido de la oposición ( osease el mío), se produce un run-run de fondo, con abundancia de gesticulaciones, con palabrotas a salvo de micrófonos y no pocos improperios, que al margen de trasladar una imagen del Pleno más cercana a una taberna que a un espacio democrático, deslizan una idea peligrosa sobre el respeto a las ideas del contrario, que tiene poco que ver con aquellos valores por los que nuestros padres y abuelos pelearon para construir ésto que llamamos democracia.

Yo no sé si alguna vez habéis oído hablar de un tal Alfonso Pereira, Alcalde de barrio de la Corredoria, o de la Concejala Carmen Manjón o de otra Concejala llamada María Jesús Rodríguez. Digo que no se si oisteis hablar de ellos, porque, desde luego, en lo que va de legislatura yo no les he visto pedir oficialmente la palabra ni una sola vez. Ni una idea tuvieron a bien trasladarnos. Ni un minuto se han dirigio al pleno. Ni una sóla palabra aparece recogida en el acta de su boca. Sin embargo el tipo de cosas que uno les ha tenido que oir - cuando no registran los micros o cuando no apuntan las cámaras- da miedo, de quienes son, cobran y representan a la ciudadanía de Oviedo.

Me decían esta mañana algunos periodistas que es una cuestión estratégica ( ¿quién es el estratega del ruido?), otros afirman que la proximidad de la campaña les excita y hay quien opina simplemente que la política es así.

Yo prefiero pensar sencillamente que es un problema de educación. Aquellos chicos del florido pensil les ha costado tan poco todo ésto de de la democracia, que añoran los estadios porque les hacían invisibles y les sobran los micrófonos porque ya tienen púlpitos. Aunque ciertamente y tal y como van las cosas en lo que a calidad democrática en esta ciudad se refiere, igual hay que llegar a agradecerles que asistan, porque ¿ a que no sabéis quien ha sido el único Concejal de toda la Corporación que no ha asistido a la cita con su ciudad?.

Sí, ese, el criador de "moscas cojoneras" y otros floridos lenguajes.

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